domingo, 31 de mayo de 2009

EL MITO ANTE LA SOCIEDAD.

La materia, los temas y motivos del pensamiento mítico son inmensos, pues no existe fenómeno natural ni de la vida misma que no sea capaz de una interpretación mítica.

El mito en su verdadera esencia y sentido no es teórico.

Su lógica no es compatible (inconmensurable) con las concepciones de la verdadera empírica o científica.

El mito es una ficción inconsciente y no “un mundo artificial” o un “hacer que se cree”.

Lleva siempre un acto de creencia en la realidad de su objeto.

En ese sentido, su preocupación principal es la realidad.

Para algunas disciplinas científicas, como la etnología, todo mito posee como núcleo o realidad ultima algún fenómeno natural.

Combina un elemento teórico (ero no se reduce a el como la ciencia) y un elemento de creación artística (porque figura una realidad al igual que la poesía), a través de una conexión genética (de su origen).

Combina además, una estructura conceptual y otra perceptual.

Depende de modo definido de la percepción.

Es un mundo de objetos fluidos y fluctuantes, no objetivo sino fisiognómicos, es decir, donde los objetos cambian bruscamente de fisionomía o apariencia y se hallan matizados con el tinte específico de nuestra pasión, con amor y odio, con temor o esperanza.

La naturaleza para el mito es un mundo dramático, de acciones, de fuerzas, de poderes en pugna.
Todo fenómeno de la naturaleza es colisión de poderes en pugna.

La percepción mítica se halla impregnada siempre de cualidades emotivas.

Lo que se ve o se siente se halla rodeado de una atmosfera especial, de alegría o de pena, de angustia, de excitación, de exaltación o postración.

Los objetos son benéficos o maléficos, amigables u hostiles, familiares o extraños, fascinadores y atrayentes o amenazadores o repelentes.

El mito no constituye un sistema de creencias dogmaticas sino de acciones, mas que de meras imágenes y representaciones.

Su principal vital es dinámico y no estático, se le puede describir únicamente en términos de acción.

Según Durkheim el mito tiene un carácter eminentemente social, lo cual es compartido por Cassirer.

Según Lévy Bruhl es un pensamiento prelógico, ero según Cassirer esto es verlo desde la visión científica.

El sustrato real del mito no es un pensamiento sino de sentimiento. La coherencia y razón del mito depende de su unidad de sentimiento.

La visión de la vida del mito es sintética, es decir, es sentida como un todo continuo, que no admite escisión ni división tajante, donde los limites entre las diferentes esferas no son obstáculos insuperables sino fluyentes y oscilantes; no existe diferencia especifica entre los diferentes reinos de la vida: animal, vegetal, metafísica, etc.

La visión de la vida del hombre mítico (primitivo) es simpatética: sufre los sentimientos, camina con ellos.

El rasgo fundamental del mito brota de la emoción y su trasfondo tiñe sus producciones de su propio color específico.

Todo se halla reunido por la convicción profunda de una solidaridad fundamental e indeleble de la vida que salta por sobre la multiplicidad de sus formas singulares.

Todas las formas de vida sobre la tierra tienen una relación de consanguinidad, que se concretizan, por ejemplo, en las creencias totémicas.

Supone la idea de que el hombre es inmortal.

Niega la posibilidad de la muerte real.

Los mitos son la causa de los milagros y el plan de los accidentes. Los mitos son la geografía de un espacio heterogéneo y cualitativo, o habitado por lugares orientaciones, trayectorias y tramas que piensan y sienten por sí mismos. El surgimiento de la perspectiva lineal en el Renacimiento vacio este espacio mítico e hizo un espacio hueco.

Los mitos que uno conoce se refieren al tiempo cuando los dioses habitaban la tierra, a Ícaro cayendo de tanto alcanzar el sol, a la Atlántida sumergida, a la búsqueda del Santo Grial, a la Caperucita internándose en el bosque, a un águila sobre un nopal devorando una serpiente, de lo cual la gente seria desprende la definición de que los mitos son cuentos para incautos.

El mito en el fondo no es una historia que tenga que ver con la espacialidad. El mito no es un relato sino un mapa: el mapa de la sociedad mental. Los mitos en general presentan un orden del mundo dentro del cual se puede colocar el origen de la sociedad o de un acontecimiento: es un orden anterior a todo, en el que se ordena todo lo demás; el mito esta antes del principio y permite explicar lo condicionado por lo incondicionado. En efecto, gracias al mito, cuando uno llego, ya todo estaba en su lugar.

Los mitos son los comodines del pensamiento, porque sobre su orden se acomoda cualquier cosa, están hechos con el mismo pensamiento con que están hechas las costumbres, las ciencias, las innovaciones y las leyes.

La esencia de los mitos es que la cultura manifiesta un orden anterior a la cultura para poderse desarrollar sobre él. Es el orden que tiene el pensamiento y merced al cual, todo lo que vea, haga o piense, sea una ciudad, un proyecto de vida, una teoría astronómica, tiene este mismo orden que ante todo es obvio, que consiste en un conocimiento que es tan evidente que ni siquiera parece conocimiento, y por eso nadie lo nota: la realidad es igual al pensamiento que la piensa, porque el pensamiento también es real.

El orden mítico de la realidad empieza con la presencia de lo vertical y lo horizontal. Esta crucecita también quiere decir que el espacio de Descartes es mítico. Lo horizontal es el paisaje plano del mundo, y lo vertical es quien lo mira, o sea; uno mismo, y por eso el número uno, que es uno mismo, de pie, es una rayita vertical en los sistemas arábigos y romano, y también, por dicha razón presuntuosa, al plano vertical se le considera el eje del mundo, axis mundi: un globo terráqueo que tuviera su eje horizontal pareciera mal hecho.

Susanne Langer (1941, p.204) “El mito no es una evasión sino una orientación moral”.

Cassirer “lo que primariamente permite el mito, no son caracteres objetivos, sino fisiognómicos”, o emotivos (1944, p.119)

A la historia se le ve en la cultura occidental como una escalera que sube, que es la del progreso o del ascenso de la especie, y por lo mismo, cuando se trata de buscar recuerdos, hay que bajar por ellos. Y por supuesto, el progreso es un mito. En cambio, lo bajo, lugar de ratas y demonios, es triste y enfermo, sumiso, vicioso y emocional. También lo bajo es el lugar de lo antiquísimo, de lo inmemorial, de lo que forman parte, precisamente, los mitos: los mitos son vistos como el conocimiento más escondido y soterrado de la sociedad.

El mito no es una metáfora ni una demostración que alguien pueda tomar desde fuera. En los mitos hay que estar dentro. Los mitos ni se ven ni se leen ni se oyen, sino que se caminan se habitan, se recorren y se ocupan, de suerte son más bien una categoría kinestésica.
Aristóteles dijo que “el mito es un tejido de asombros” (Koestler, 198O, p .122).

El siglo XVIII ya no es la Edad Media, pero el mito sigue siendo un pensamiento. El espacio no era algo distinto de las cosas que lo ocupaban, sino que era una cualidad ínsita de los objetos, que igual que ser grandes o azules, también eran arriba. En el adjetivo ser “derecho” o ser “recto”, todavía se aprecia que el lugar es una moral.

El mito esta en las cosas, sin tener que ir a que lo revele un libro.

Mito que no es vigente no es mito

El mito es una manual de sentido común. Lo que se dice del proceso creativo sigue rutas míticas.

Arthur Koestler llama “periodo de incubación” de la creación consiste en dejar que los problemas se vuelvan mitos ara que se solucionen, y se resuelven solos si uno lo ansia lo suficiente. La creatividad sigue un “arquetípico que se refleja en el motivo de muerte y resurrección (o de “retirada” y “retorno”) de la mitología” (Koestler, 198O, p .72).

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