domingo, 31 de mayo de 2009

EL ESTUDIO DE LOS MITOS Y CREENCIAS EN LAS SOCIEDADES ARCAICAS; LAS DIVERSAS CLASES DE MITO.

Las sociedades arcaicas, pese a conocer también cierta forma de “historia”, se esfuerzan por no tenerla en cuenta.

La filosofía occidental corre el peligro de tornarse “provinciana”: primero, por aislarse celosamente den su propia tradición e ignorar, por ejemplo, los problemas y las soluciones del pensamiento oriental; luego, por obstinarse en no reconocer más que las “situaciones” del hombre de las civilizaciones históricas, sin consideración por la experiencia del hombre “primitivo”.

Las concepciones metafísicas del mundo arcaico no siempre se han formulado en un lenguaje teórico, pero el símbolo, el mito, el rito, etc. expresan un complejo sistema de afirmaciones coherentes sobre la realidad última de las cosas, sistema que puede considerarse en sí mismo como una metafísica.

Para el hombre arcaico los objetos del mundo exterior no tienen valor intrínseco autónomo. Un objeto o una acción adquieren un valor y, de esta forma, llegan a ser reales, porque participa, de una manera u otra, en una realidad que los transciende.

Los actos humanos, su significación, su valor, no están vinculados a su magnitud física bruta, sino a la calidad que les da el ser reproducción de un acto primordial, repetición de un ejemplar mítico. La nutrición no es una simple operación fisiológica; renueva una comunión. El casamiento y la orgía colectiva nos remiten a prototipos míticos, se reiteran porque fueron consagrados ab origine por dioses, antepasados o héroes.

El mundo que nos rodea, civilizado por la mano del hombre, no adquiere más validez que la que debe al prototipo extraterrestre que le sirvió de modelo. El hombre construye según un arquetipo. No sólo su ciudad o su templo tienen modelos celestes, sino que así ocurre en toda la región en que mora, con los ríos que la riegan, los campos que le procuran su alimento, etc.

Todo territorio que se ocupa con el fin de habitarlo o de utilizarlo como “espacio vital” es previamente transformado de “caos” en “cosmos”; es decir, que, por efecto del ritual, se le confiere una “forma” que lo convierte en real. (....) Lo real por excelencia es lo sagrado; pues sólo lo sagrado es de un modo absoluto, obra eficazmente, crea y hace durar las cosas.

Repetición de la cosmogonía: toda creación repite el acto cosmogónico por excelencia: la creación del mundo, en consecuencia, todo lo fundado lo es en el centro del mundo (puesto que, como sabemos, la creación misma se efectuó a partir de un centro).

El tiempo de un ritual cualquiera coincide con el tiempo mítico del “principio”. Por la repetición del acto cosmogónico, el tiempo concreto, en el cual se efectúa la construcción, se proyecta en el tiempo mítico, in illo tempore en que se produjo la fundación del mundo.

“Debemos hacer lo que los dioses hicieron al principio”. “Así hicieron los dioses; así hacen los hombres”. Este adagio hindú resume toda la teoría subyacente en los ritos de todos los países. Encontramos esta teoría tanto en los pueblos llamados “primitivos” como en las culturas evolucionadas.

Los ritos matrimoniales tienen también un modelo divino, y el casamiento humano reproduce la hierogamia, más particularmente la unión entre el cielo y la tierra. La mayoría de las orgías colectivas encuentran justificación ritual en la promoción de las fuerzas de la vegetación. Es indiferente saber en qué medida estos ritos crearon los mitos que los justifican. Lo que importa es el hecho de que tanto la orgía como el casamiento constituían rituales que imitaban actos divinos o ciertos episodios del drama sagrado del cosmos. Legitimación de los actos humanos por un modelo extrahumano.

El hecho de que comprobemos que el mito ha seguido algunas veces al rito no hace disminuir en nada el carácter sagrado del ritual. El mito sólo es tardío en cuanto fórmula; pero en contenido es arcaico y se refiere a sacramentos, es decir, a actos que presuponen una realidad absoluta, extrahumana.

El mundo arcaico ignora las actividades “profanas”: toda acción dotada de un sentido preciso -caza, pesca, agricultura, conflictos, sexualidad, etc.- participa de un modo u otro en lo sagrado. La mayoría de estas actividades han sufrido un largo proceso de desacralización.

Luchas, conflictos, guerras, tienen la mayor parte de las veces una causa y una función rituales. En ningún caso pueden explicarse la guerra o el duelo por motivos racionalistas.

Ya que un objeto o un acto no es real más que en la medida en que imita o repite un arquetipo, los hombres tendrían, pues, la tendencia a hacerse arquetípicos y paradigmáticos. El hombre de las culturas tradicionales no se reconoce como real sino en la medida en que deja de ser él mismo (para un observador moderno) y se contenta con imitar y repetir los actos de otro. Esa ontología “primitiva” tiene una estructura platónica, y Platón podría ser considerado en este caso como el filósofo por excelencia de la “mentalidad primitiva”.

Abolición del tiempo: un sacrificio, no sólo reproduce exactamente el sacrificio inicial revelado por un dios ab origine, sino que sucede en ese mismo momento mítico primordial; en otras palabras: todo sacrificio repite el sacrificio inicial y coincide con él. Hay abolición implícita del tiempo profano, de la duración, de la “historia”.

El hombre de las culturas arcaicas soporta difícilmente la “historia” y se esfuerza por anularla en forma periódica.




Para un moderno hipercrítico, la pretensión de Darío (que se juzgaba como un nuevo Thraetaona, héroe mítico iranio) podría significar jactancia o propaganda política, y la transformación mítica de los reyes paganos en dragones consistiría en la laboriosa invención de una minoría hebrea incapaz de soportar la “realidad histórica” y deseosa de consolarse a toda costa refugiándose en el mito y el wishful-thinking. Lo erróneo de una interpretación tal -puesto que para nada tiene en cuenta la estructura de la mentalidad arcaica- se relaciona, entre otras cosas, con el hecho de que la memoria popular aplica una articulación y una interpretación completamente análogas a los acontecimientos y a los personajes históricos.

El carácter histórico de los personajes evocados por la poesía épica no se pone en duda, pero su historicidad no se resiste mucho tiempo a la acción corrosiva de la mitificación. El recuerdo de un acontecimiento histórico o de un personaje auténtico no subsisten más de dos o tres siglos en la memoria popular. Esto se debe al hecho de que la memoria popular retiene difícilmente acontecimientos “individuales” y figuras “auténticas”. Funciona por medio de estructuras diferentes; categorías en lugar de acontecimientos, arquetipos en vez de personajes históricos. La memoria colectiva es a histórica.

En cuanto a la objeción según la cual una supervivencia impersonal equivale a una muerte verdadera, únicamente es valedera desde el punto de vista de una “conciencia histórica”, en otras palabras, desde el punto de vista del hombre moderno, pues la conciencia arcaica no concede importancia alguna a los recuerdos “personales”.

Sin embargo ha habido, eso si, antecedentes de la historia. El primero de ellos es el mito.
El mito se desarrollo entre los pueblos que vivían (y los que aun viven) en el salvajismo o en la barbarie. En estas sociedades, no ha habido, por parte de quienes las integran, la conciencia de una separación entre la inseparable de sus relaciones sociales, mediante las cuales el se hace consciente de aquel. En otras palabras, las raíces del mito se encuentran en la escasa capacidad de dominio social sobe la naturaleza, en la extrema dependencia de los fenómenos naturales para la sobrevivencia, y lógicamente en el temor a lo desconocido.

¿Qué son los mitos? Se trata de un conjunto de representaciones colectivas estructuradas en forma de relato, que explican los fenómenos naturales o humanos atribuyéndoles a los dioses el origen del mundo, de los hombres y las técnicas. Además de ello los mitos rigen la conducta de los hombres al interior de las sociedades primitivas, en las que el sentido profundo de las acciones significativas, tales como la pesca, la construcción de una casa o las propias relaciones sociales, se explica partiendo de los propios mitos, que implican la conciencia que ha adquirido el hombre de su lugar en el universo, su relación con la naturaleza y su sociedad.

El mito es atemporal, es decir, se ubica en un tiempo nebuloso, en un pasado no indicado con fechas, sino descrito con el “hace mucho” o “hace muchísimo”. Pero a pesar de ser atemporal, explica el pasado, o más bien, es una explicación del pasado.

El mito es conservador, tiende a convalidar el orden social existente, a la inmovilidad social.

¿Qué es un mito?
Un mito (relato falso con sentido oculto, narración, discurso, palabra emotiva) se refiere a un relato que tiene una explicación o simbología muy profunda para una cultura en el cual se presenta una explicación divina del origen, existencia y desarrollo de una civilización.

En este contexto, puede considerarse a un mito como un tipo de creencia establecida, habitualmente a través de varias generaciones, con relación a ciertos hechos improbables y sorprendentes que, de acuerdo al mito, han sucedido en la realidad, los cuales no son posibles de ser verificados de manera objetiva. Pero incluso los hechos históricos pueden servir como mitos si son importantes para una cultura determinada.

Clases de mitos

Uno de los primeros intentos de clasificación mitológica lo debemos a Salustio el neoplatónico, quien en su tratado "Sobre los dioses y el mundo" propuso la existencia de diversos tipos de mitos: teológicos, físicos, psíquicos, materiales y mixtos.

Mitos teológicos: usados por los filósofos, son "intelectuales" e "incorporales" y pretenden plasmar la esencia de los dioses.

Mitos físicos: utilizados por los poetas, son los que intentan explicar la forma de operar de los dioses.

Mitos psíquicos: también usados por los poetas, pretenden explicar las operaciones del alma.

Mitos materiales: son los propios de los legos cuando pretenden comprender la naturaleza de los dioses y del mundo.

Mitos mixtos: serían los utilizados por los practicantes o maestros de ritos de iniciación.

Actualmente, prácticamente en todos los diccionarios y manuales que tratan el tema de la mitología realizan la siguiente clasificación:

a. Mitos teogónicos: Relatan el origen y la historia de los dioses. Por ejemplo, Atenea surgiendo armada de la cabeza de Zeus. A veces, en las sociedades de tipo arcaico, los dioses no son preexistentes al hombre. Por el contrario, frecuentemente los hombres pueden transformarse en cosas, en animales y en dioses. Los dioses no siempre son tratados con respeto: están muy cercanos a los hombres y pueden ser héroes o víctimas de aventuras parecidas a las de los hombres.

b. Mitos cosmogónicos: Intentan explicar la creación del mundo. Son los más universalmente extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, la tierra, se considera como originada de un océano primigenio. A veces, una raza de gigantes, como los titanes, desempeña una función determinante en esta creación; en este caso tales gigantes, que son semidioses, constituyen la primera población de la tierra. Por su parte, el hombre puede ser creado a partir de cualquier materia, guijarro o puñado de tierra, a partir de un animal, de una planta o de un árbol. Los dioses le enseñan a vivir sobre la tierra.

El mito cosmogónico sirve, pues, a los polinesios de modelo arquetípico para todas las “creaciones”, cualquiera que sea el plano en que tengan lugar: biológico, psicológico, espiritual. La función principal del mito es fijar los modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las acciones humanas significativas.

”Entre los marind-anim (Nueva Guinea holandesa)- escribe P.Wirz- El mito es, propiamente hablando, el fundamento tanto de todas las grandes fiestas en las que aparecen actores enmascarados que representan a los Dema como de los cultos secretos”.

Aparte de los actos estrictamente religiosos, el mito sirve también de modelo a otras acciones humanas significativas.

El lado interesante del mito cosmogónico polinesio esta precisamente en su aplicación múltiple a circunstancias que, aparentemente por lo menos, no están en relación inmediata con la “vida religiosa”.

La cosmología ofrece el modelo siempre que se trata de hacer algo- que muchas veces es algo “vivo”, “animado” (en el orden biológico, psicológico o espiritual). También se trata de algo aparentemente “inanimado”.

El mito cosmogónico, además de tener una importante función como modelo y justificación de todas las acciones humanas, es el arquetipo de todo un conjunto de mitos y de sistemas rituales. Toda idea de renovación, de “retorno”, de “restauración”.

Es cierto que no todos los rituales del año nuevo o de la “primavera” están explícitamente vinculados a un “mito”; otras veces forman parte de mitos colaterales en los que el acento no recae sobre la función cosmogónica. Sin embargo, tomados en conjunto, todos los actos sagrados y todos los “signos” que se actualizan en el año nuevo o en apertura de la primavera (sean de esencia simbólica o ritual, mítica o legendaria) presentan una estructura común: con mayor o menor relieve, manifiestan el drama de la creación.












El Huevo Cosmogónico


Un mito cosmogónico “el antepasado de todos los dioses” y creador del universo, metido “en su cascara, en medio de las tinieblas, desde la eternidad. Su cascara era como un huevo rodando en el espacio ilimitado”.


La cosmogonía sirve aquí de modelo a la antropología, la creación del hombre imita y repite la creación del cosmos.


Todos los emblemas de la vegetación y del año nuevo resumen en cierto modo el mito de la creación periódica. Añadido al “árbol”, que su vez es símbolo de la naturaleza y de la incesante renovación, el huevo confirma todos estos atributos cosmogónicos.


Cuando el mundo es recreado, los muertos se sienten atraídos hacia los vivos y, en cierta medida, pueden esperar volver a la vida. Fijémonos en cualquiera de estos conjuntos mítico-rituales: la idea fundamental no es en ninguno de ellos el “nacimiento”, sino la repetición del nacimiento ejemplar del cosmos, la imitación de la cosmogonía.


El huevo confirma y promueve la resurrección, que, una vez mas, no es un nacimiento, sino un “retorno”, una “repetición”.


Todo mito es “cosmogónico”, puesto que todo mito anuncia la aparición de una nueva “situación” cósmica o de un acontecimiento primordial que, por el simple hecho de su manifestación, se convierten en paradigmas para el resto del tiempo venidero.



c. Mitos etiológicos: Explican el origen de los seres y de las cosas; intentan dar una explicación a las peculiaridades del presente. No constituyen forzosamente un conjunto coherente y a veces toman la apariencia de fábulas.

d. Mitos escatológicos: Son los que intentan explicar el futuro, el fin del mundo; actualmente, en nuestras sociedades aún tienen amplia audiencia. Estos mitos comprenden dos clases principales: los del fin del mundo por el agua, o por el fuego. A menudo tienen un origen astrológico. La inminencia del fin se anuncia por una mayor frecuencia de eclipses, terremotos, y toda clase de catástrofes naturales inexplicables, y que aterrorizan a los humanos.

e. Mitos morales: Aparecen en casi todas las sociedades: lucha del bien y del mal, ángeles y demonio, etc. En definitiva, los inventos y las técnicas particularmente importantes para un grupo social dado se hallan sacralizadas en un mito. Los ritos periódicos contribuyen a asegurar su perennidad y constituyen de esta forma una especie de seguro para los hombres. Las fiestas a que dan lugar son para los hombres ocasión de comunicarse con las fuerzas sobrenaturales y de asegurarse su benevolencia.


Otra clasificación: El autor contemporáneo Malinowski, desprovisto de compromisos filológico-helenísticos, presenta otra clasificación:

Mitos de origen

Mitos de muerte y del ciclo periódico de la vida

Mitos de magia

El conjunto de mitos de una cultura dada en un momento histórico concreto, se presenta la necesidad de aceptar que las mitologías abarcan dimensiones políticas, escatológicas y mágicas, entre otras. Puede tener sentido entonces la división de un mismo relato sagrado en subclasificaciones del tipo:

Mitos políticos

Mitos mágicos, etc.




Lo que los mitos revelan

El mito, cualquiera que sea su naturaleza, es siempre un precedente y un ejemplo no solo de las acciones (“sagradas” o “profanas”) del hombre, sino además de su propia condición; mas aun: es un precedente para las modalidades de lo real en general. “Debemos hacer lo que en el comienzo hicieron los dioses” (Catapatha Br. VII, 2, 1, 4) “Así obran los dioses, así obran los hombres”.

Toda una serie de mitos, revelan una estructura de lo real que escapa a la aprehensión empírico-racionalista.

El mito descubre una región ontológica inaccesible a la experiencia lógica superficial. El mito expresa plástica y dramáticamente lo que la metafísica y la teología definen dialécticamente.

El mito de la androginia divina

La androginia divina no es sino una formula arcaica de la biunidad divina; el pensamiento mítico y religioso, antes de expresar el concepto de la biunidad divina en términos metafísicos (ese non esse) o teológicos (manifestado- no manifestado).

La androginia divina, que aparecen en tantos mitos y tantas creencias, tiene un valor teórico, metafísico.

El mito de la androginia humana

Al mito de la androginia divina (que es la formula de coincidentia oppositorum) que mejor revela la paradoja de la existencia divina) corresponde toda una serie de mitos y de rituales relativos a la androginia humana. El mito divino es en ellos el paradigma de la experiencia religiosa del hombre. En muchísimas tradiciones, el “hombre primordial”, el antepasado, es andrógino (tipo Tuisto), y versiones míticas mas tardías hablan de “parejas primordiales”.

El mito del andrógino, esférico se funde con el del huevo cosmogónico.

El mito del dios andrógino y del “antepasado” (el “hombre primordial”) bisexual es el paradigma de todo un conjunto de ceremonias colectivas que tienden a reactualizar periódicamente aquella condición inicial considerada como el modo perfecto de la humanidad.

Además de las operaciones de circuncisión y subincisión, que tienen por objeto transformar ritualmente al joven australiano o australiana en un andrógino.

Hay que mencionar todas las ceremonias del “cambio de trajes” que no son sino versiones atenuadas de la androgima.

Todos estos rituales tienen por modelo ejemplar los mitos de la androginia divina.

Podría decirse incluso que los mitos fundamentales revelan arquetipos que el hombre trata muchas veces de realizar fuera de la vida religiosa propiamente dicha.

Mitos de renovación, de construcción, de iniciación.

El mito no puede ser considerado en ningún caso como la simple proyección fantástica de un acontecimiento “natural”.

El mito, como la obra de arte, es un acto de creación autónoma del espíritu, y es ese acto de creación el que opera la revelación y no su materia a los acontecimientos en que se basa. En una palabra: es el mito de Tammuz el que revela el drama de la muerte y la resurrección de la vegetación, y no al revés.

El mito ha revelado la condición de todas las “creaciones” cuya realización requiere una “animación”, es decir, una transmisión directa de la vida por parte de una criatura que la posea.

Los mitos de la “búsqueda” y de las “pruebas iniciáticas” revelan, en forma plástica y dramática, el acto mismo por el que el espíritu transciende un cosmos condicionado, polar y fragmentario, para volver a la unidad fundamental de antes de la creación.

La estructura de un mito: varuna y vrtra

El mito, como el símbolo, tiene su “lógica” propia, una coherencia intrínseca que le hace ser “verdadero” en múltiples planos, por alejados que estos estén de aquel en que originariamente se manifestó.

Los grandes mitos, multivalentes y su interpretación no se agota en un solo sentido. Una de las funciones principales del mito es fijar, legitimar los niveles de lo real que- tanto ante la conciencia inmediata como ante la reflexión.

Degradación de los mitos

El mito puede degradarse en leyenda épica, balada o novela o sobrevivir en formas menores- “supersticiones”, costumbres, nostalgias, etc. Sin perder por ello su estructura ni su alcance.

Las “pruebas”, los sufrimientos, las peregrinaciones del candidato ala iniciación sobreviven en el relato de los sufrimientos y obstáculos por que tiene que pasar el héroe épico o dramático antes de alcanzar sus fines.

La novela policiaca de hoy cuenta la lucha entre un criminal y un detective (el “genio malo” y el “genio bueno”, el dragón y el príncipe encantado de los cuentos, etc.); algunas generaciones atrás, gustaban mas los relatos, por sus matices distintos de afabulación, que se explican por las distintas operaciones y colores que la sensibilidad popular ha ido teniendo; pero el tema sigue siendo el mismo.

A cada nuevo paso se hacen mas “densos” el conflicto y los personajes dramáticos, se oscurece la transparencia originaria, y se multiplican las notas específicas del “color local”.


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